Previo (II)


Segunda parte del previo de mi nueva novela...
Al alborear el día decidimos acostarnos, y al llegar a mi cuarto vi la inmensa cama y me vine abajo ante la idea de dormir sola. Sin pensarlo cogí a mi Isaac del brazo y le dije que viniese a dormir conmigo. Él asintió sin pensárselo dos veces, pues creo que ambos buscábamos la compañía que nos sacara de nuestros deprimentes pensamientos.
Finalmente conseguí dormirme y entre sueños me abracé a él, no se si era consciente de que él no era mi marido, pero estaba tan cansada que me giré y me coloqué junto a su espalda como solía hacer cuando vivía mi marido. Él es muy alto, aunque de complexión delgada, al contrario que yo que soy más bien bajita e igualmente delgada, el caso es que ni lo noté hasta que me desperté ya avanzado el día.
El caso es que no se si fue por su compañía o por que abrazarlo me dio seguridad, pero esa noche pude descansar sin despertarme cien veces sobresaltada con el recuerdo de la fatídica llamada de la Guardia Civil. Nos levantamos a eso de la hora del almuerzo y como no tenía ganas de cocinar cogí el coche y nos fuimos a un burguer en el centro. Allí comimos sendas hamburguesas, esta vez con un hambre canina. Y al terminar nos dimos una vuelta por las tiendas.
Extrañamente mi hijo me acompañó a tiendas de ropa, a pesar de que él las odiaba y casi siempre iba yo sola de compras. Pero ese día estuvo de lo más encantador conmigo. Eso si, me fijé en las miradas que les echaba a las dependientas de la tienda, ya sabe, todas chicas muy monas con unos tipitos con muchas curvas y uniformadas. Esto me hizo gracia, y me recordó los días en que sólo era un niño. Ahora se notaba que ya buscaba “otros juegos”, usted ya me entiende.
Dicho sea de paso mi Isaac es muy apuesto, tan alto y con su pelo rubio como el de su padre. En eso se le parece a él. Nos casamos muy jóvenes y lo tuvimos casi de inmediato, pues fue como vulgarmente se dice “de penalti”.
Por eso yo a su lado, no aparento realmente ser su madre, sino casi su hermana mayor pues apenas tengo cumplidos los treinta y seis años.
Ese día decidí comprarme un vestido muy mono, estampado con vivos colores, pues era primavera y eso del luto ya no se lleva, de alguna manera quería sentirme distinta, diferente, así que me lo puse y me gustó tanto que me lo llevé puesto.
Luego estuvimos tomando helado y paseando por un parque, hasta Isaac estuvo dando de comer a las palomas como cuando era niño. Yo creo que todo esto nos hizo mucho bien a ambos, pues nos ayudó a evadirnos de nuestra cruda realidad.
Era domingo así que al siguiente día yo tendría que volver al trabajo y él a la universidad. Aquella noche nos recogimos tarde, pues también cenamos fuera, de manera que cuando llegamos tan sólo nos tuvimos que duchar y acostarnos.
El entró primero y luego, mientras se secaba, entré a darle ropa limpia, pues se la había olvidado fuera. Entonces lo vi, tras salir de la ducha, con el pelo mojado y con la toalla a medio liar, por lo que furtivamente vi su miembro con todo su bello púbico y sus testículos, así que me quedé un tanto impresionada y pensé en lo apuesto que se había vuelto mi Isaac, con todo su torso musculoso y barbilampiño.
Aquello no pasó de ser un simple incidente doméstico, sin mayor importancia. Luego pasé yo a la ducha, mientras él salia para terminar de secarse y vestirse fuera.

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