Mi nueva novela: "Desde el portal, viendo la vida pasar"

DESDE EL PORTAL

Viendo la vida pasar



Capítulo 1



Hubo un tiempo en el que las preocupaciones eran pocas, las tardes largas y el tiempo corría más despacio. Un tiempo en el que nos podíamos permitir no hacer nada, simplemente dejarlo pasar, esperando algún acontecimiento que mereciese la pena nuestra atención. Un tiempo en el que el placer era un inmenso mar sin explorar, en el que nos adentrábamos tímidamente en cálidos momentos de intimidad.


Teófilo, que así se llamaba nuestro protagonista, y no es que sus padres no lo quisieran es que su abuelo materno así se llamaba y por aquello de guardar las tradiciones, tal nombre le pusieron, pero finalmente Teo le llamaban, pues mejor así sonaba.


Pues bien, Teo gustaba de sentarse en el portal con su más íntimo amigo Nicanor, nombre sin duda también peculiar y que finalmente se contrajo en Nica para los amigos. Allí ambos pasaban las mañanas y las tardes de aquel caluroso verano. Vestidos con camisetas gastadas y bermudas igualmente desteñidas, con zapatillas de lona sin calcetines, pasaban el tiempo viendo a los caminantes deambular por la transitada callejuela del centro de una típica ciudad de los años ochenta, pues nuestra historia, forma parte de de un pasado mejor, donde todo era más sencillo, menos acelerado y guardaba el añejo encanto de un país más inocente, tanto por sus gentes como por sus mandatarios.


Ambos exploraban ya, como digo, los terrenos inhóspitos del placer, ambos exploraban sus cuerpos y se concentraban en sus apéndices, los que acariciaban con mimo hasta generarles un intenso desazón que estallaba en un clímax nublado. Con tanta afición lo hacían, que no había día que la cuenta bajase de cinco o seis: una por la mañana en la duermevela, otra a media mañana, cuando ya se iban a levantar, luego salida a ver al amigo, almuerzo y siesta con otra se estrenaban, a media tarde igual otra se terciaba, más una por la noche para pasar la calor y tal vez ya de madrugada una más para adormecerse.


Bendita juventud, donde todo era más fácil y la más leve brisa, que movía una falda a media pierna inspiraban deseos e historias de coitos fugaces y lascivos, desatando la más febril imaginación y repitiendo una y otra vez fantasías tan ansiadas como anheladas, terminando en una pequeña implosión de estremecicmiento personal y onanístico.


Aquella mañana la vieron llegar, cargada con bolsas con un lento caminar, iluminada por los rallos del sol a contraluz, su rubia melena resplandecía como el oro centelleante, con sus caderas contoneándose a cada paso y su vestido trasluciéndose por la contraluz, dibujaba la silueta de unas piernas esbeltas pero fuertes. Ya más cerca Teo la reconoció, era Florinda, su vecina. Emabarazadísima vecina para más señas.


Tan alelados estaban, contemplando aquella figura femenina, especialmente unos pechos que ya debían estar empezando la producción lechera, que no repararon en que la hembra esperando estaba, a que uno de los dos, en este caso Teo, se apartara del portal, para dejarla pasar.

  • ¡Oh Florinda perdóne ya me aparto! -dijo el joven levantándose como movido por un secreto resorte que lo hizo erguirse con gracia y rapidez.
  • ¡Gracias Teo! -le sonrió con sus blancos dientes levantándose las gafas de sol para mostrarle sus azules ojos como el mar.
  • ¡Quiere que la ayude a llevar las bolsas! -le espetó el joven Teo acelerado ante su presencia imponene que olía a rosas.
  • ¡No hace falta, aunque bueno, bien pensado ya me duelen los brazos! -sonrió de nuevo y entregó su pesada carga al muchacho.
  • ¡Vale, se las subiré! -exclamó feliz.
  • A cambio os invitaré a tomar algo fresco, ¿os apetece? -se ofreció servicial.
  • ¡Oh yo me voy! -exclamó Nica-. Es ya tarde y mi madre me espera para el almuerzo -se excusó.
  • Vale tío, nos vemos esta tarde, ¿no?
  • ¡Claro colega! -dijo Nica disparándole con un improvisado revolver formado con sus dedos y su mano.


Subieron las escaleras, primero la dama y luego el muchacho. Esta casual combinación, puso delante de sus ojos su culo y sus caderas, moviéndose graciosos por aquellas escaleras, cubiertos por su vestido como de gasa color beige. Cuyos suntuosos movimientos lo hipnotizaban a cada paso.


No había ascensor en aquel bloque y eran muchos los peldaños hasta coronar la cuarta planta, así que la contemplación de sus caderas se convirtió en un deleite sin par que poco duró para lo que él hubiese querido.


Ya llegaron a su piso, ella con la respiración acelerada, dado su avanzado estado de gestación, y él por su avanzado estado de excitación. Lo invitó a pasar y le dejó las bolsas en la encimera mientras ella le decía que pasara al salón y se pusiera cómodo.


Florinda tenía una urgencia que atender, la de su castigada vejiga, así que se fue al baño e hizo un ansiado piss. Tal vez por costumbre de vivir sola, olvidó cerrar la puerta y su potente chorro llegó hasta los oídos de Teo, desatando su febril imaginación, que visualizó su vagina abierta, soltando su carga sobre el agua del inodoro. Lo que le provocó una erección al instante, por lo que deseó no tener que levantarse ahora, pues su amfitriona, sin duda se percataría de tamaña osadía.


No salió inmediatamente, pues del baño pasó al dormitorio y allí cambió su vestido por un camisón casero de tela manida pero sin duda más fresca para estar en casa.


Pasó al salón y sonriéndo al poco relajado muchacho caminó hasta la cocina y le sirvió y se sirvió ella misma un refresco de cola con un para de peces de hielo. Finalmente se acercó al sofá de dos plazas, ubicado frente a una coqueta mesita de madera con cristal en el centro, que dejaba ver un mar de figurillas bajo él.


Teo tomó el vaso y dio un largo trago dejándolo medio. Por su parte Florinda tomó unos cuantos sorbos cortos y le hizo gracia el largo trago que Teo dió.

  • ¿Tenías sed, eh?
  • ¡Oh bueno si! -le devolvió la sonrisa.
  • ¡Qué calor hace! -exclamó secándose la frente con una servilleta de papel.
  • ¡Si mucho! -replicó Teo sin mucha inspiración en sus palabras.
  • ¿Te ha gustado mi culo subiendo las escaleras? -le preguntó ella poniendo su mano en la rodilla...


El joven muchacho se había imaginado aquella última pregunta, qué más le hubiese gustado que la bella mujer que tenía en frente le hubiese preguntado tal cosa, pero no, no fue así, fue tan sólo su potente imaginación dejándose llevar por los acontecimientos...

  • Y tu madre, ¿cómo está?
  • ¡Oh bien, bien! En el trabajo, ella llega más tarde, a eso de las cuatro.
  • ¿Quieres quedarte a comer? -le interpeló.
  • ¡Oh, no, la esperaré, gracias! -dijo Teo acelerado, no pudiendo evitar mostrar su nerviosisimo.
  • ¡Gracias por subirme las bolsas! -exclamó ella agradecida.
  • ¡Oh, no ha de qué! -le devolvió la sonrisa Teo.


Un silencio se hizo entre ambos, mientras ella lo observaba y él le rehuía la mirada.

  • No estás a gusto conmigo, ¿pareces un poco nervioso?
  • ¿Yo? -dijo Teo confirmando el diagnóstico de su interlocutora-. No, no estoy nervioso -sonrió nerviosamente.
  • No pasa nada, soy tu vecina Flori, ¿verdad?
  • Si, claro, flori -rió de nuevo de forma que a él le pareció estúpida.
  • ¿Te puedo preguntar si tienes novia? -dijo Florinda divertida con el nerviosismo de su vecino.
  • ¿Novia, yo? ¡No! -exclamó Teo como si fuese un chiste.
  • Si, lo imaginaba, aún eres joven -sonrió Florinda.
  • Y, ¿cuando va a tenerlo? -le preguntó Teo intentando salir de la incómoda situación para él.
  • ¡Ah, pues aún me quedan unas 8 semanas espero, ¡ojalá fuese mañana! -exclamó divertida acariciándose la barriga-. Pero no, aún tengo que esperar.
  • ¿Y es niño o niña?
  • Niño, sonrió ella feliz. ¡Oh, me ha dado una patada! -exclamó tocándose un costado. Ven, ¿quieres poner la mano? -le preguntó mientras se la tomaba sabedora de que él no osaría tocarla.


Teo sintió escalofríos al tocar su curvado abdomen aunque no sintió nada moverse bajo su mano.

  • ¿Lo notas?
  • Pues no, no noto nada.
  • ¡Si, mira por aquí! -exclamó ella moviéndola más abajo, cerca de sus ingles.


Ahora Teo si sintió algo vagamente, aunque lo cierto era que estaba más pendiente de la posición en que se encontraba su mano que de si el niño daba pataditas o no.

  • Parece que le gustas -sonrió Florinda dejando ya su mano libre.
  • ¿Y el padre, no lo veo ultimamente? -se interesó el muchacho.
  • No, está de camionero, sube a Francia, Bélgica y pasa muchos días fuera últimamente. Cualquier día me pongo de parto y él está a mil kilómetros -sonrió ella.
  • ¡Ah! -asintió Teo- sin nada más que añadir.


De nuevo otro silencio, mientras el refresco ya se había terminado en su vaso.

  • ¿Quieres más, sírvete tu mismo, la nevera está en la botella? ¡Vamos, no tengas miedo! -le sonrió ante la indecisión del chico.


Teo se levantó y fue a la cocina, allí se sirvió un nuevo vaso y volvió al salón. Allí Florinda se había girado y se había puesto a lo largo del sofá, con los pies extendidos.

  • ¡Oh perdona es que los pies me matan! ¿Te importa que te los ponga sobre los muslos?


El joven no supo qué decir. La sala de estar era pequeña y el sofá de dos plazas el único aparte de un par de sillas. Así que sin saber muy bien qué hacer, se dejó convencer por su vecina y terminó con sus piernas desnudas apoyadas en sus muslos.


El joven no sabía bien qué hacer y se le veía nervioso, Flori lo notaba y trataba de que se relajase.

  • ¿Me darías un masaje en las piernas? -le rogó-. Creo que no tengo bien la circulación con el embarazo y las piernas se me cansan.
  • ¡Oh, no se si sabre! -se excusó el joven.
  • ¡Claro que sí, tú sólo pon tus manos y muévelas desde las rodillas hasta los tobillos, eso me relajará, ¡adelante no seas tímido!


Así que mientras posaba sus manos en aquellas piernas blancas y suaves, recaba para que su enanito siguiera dormido, pues lo que menos le gustaría en aquellos momentos sería una inoportuna erección que mostrase a través de sus bermudas su excitación.



Con las manos casi temblando, comenzó sus caricias, primero por arriba y luego por las pantorrillas, mientras Florinda las arqueaba apoyando sus pies en sus muslos.

  • ¡Qué bien, que gustito! -exclamó ella.
  • ¿Lo hago bien? -preguntó el nervioso aunque ganando seguridad poco a poco.
  • ¡De lujo, te interesa un trabajito de masajista todos los días! -se rió Florinda.


Teo siguió con el masaje a los pies de Florinda, mientras esta se relajaba tal vez en exceso e inadvertidamente abría sus muslos, dejando ver con claridad sus ingles y en ellas unas braguitas blancas de algodón liso. Cuando Teo las vio quedó fijo en ellas el tiempo justo para que su vecina advirtiera su descuido y cerrara las puertas que ofrecían tamaño espectáculo.

  • ¡Uh, creo que me descuidé! -sonrió sin darle mayor importancia.



El chico se sonrojó y apartó la vista mientras su erección instantánea fue patente para él, aunque no es que ella lo advirtiera en el momento.

  • ¡Perdona, es que me estaba gustando tanto tu masaje que me descuidé! No te habré violentado, ¿verdad?
  • ¡Oh, no pasa nada! -rió nervioso Teo.


De repente Florinda fue consciente de que en verdad sí estaba violentando al muchacho y lo cierto es que no le importó, es más le divirtió y decidió acosarlo un poquito más.

  • ¿Te puedo hacer una pregunta?
  • Um si, -dijo Teo algo dubitativo.
  • Si no quieres no la contestes, ¿vale? -añadió Flori dándole más intriga con su retardo.
  • Bueno, vale.
  • ¿Tu te masturbas ya no? -le soltó a bocajarro.
  • ¿Eh masturbarme yo...? -balbuceó el joven.
  • ¡Perdona, no tenía que haberte preguntado eso! ¡Qué estúpida soy! -dijo Flori apartando los pies de sus muslos poniéndolos de nuevo en el suelo y echandose sobre sus codos apoyados en las rodillas mientras se tapaba la cara.
  • Bueno, no pasa nada mujer, ¡supongo que es algo que todos hacemos! -le sonrió.

La mujer lo miró de nuevo y se recompuso.

  • ¿Qué edad tienes ya?
  • ...16
  • ¡Claro, es normal! -sonrió de nuevo.
  • ¡Si! -se sonrojó de nuevo.
  • ¿Y en qué piensas cuando lo haces? -le susurró en voz baja, como si temiera que los vecinos estuviesen escuchando por la pared.
  • Um... pues en mujeres -dudó al principio pero finalmente concluyó.
  • ¡Claro, qué tonta! -rió ella.
  • ¿Hoy te masturbarás pensando en mis bragas?
  • ¿Eh...? Pues... ¡me da vergüenza! -sonrió Teo.
  • ¿Sabes una cosa? Es un secreto, ¿vale? Yo también lo hago... hoy pensaré en ti mirándome las bragas.
  • ¡Cómo!
  • ¡Si, me has puesto cachonda la verdad, no debería decírtelo pero me caes tan bien que...! ¡Anda mejor márchate... vale! -dijo Florinda poniéndose de pie.


Teo se levantó también y en lo último que pensó fue en su patente erección. Florinda sí que reparó en ella.

  • ¿Te has enfadado conmigo? -preguntó inocentemente.
  • ¡No que va Teo, todo lo contrario, me ha encantado estar contigo, es sólo que si te quedas puede que hagamos algo de lo que nos arrepintamos después! Por eso mejor vete, ¿vale? -dijo ella mirándole su erección.
  • Vale... respondió el apesadumbrado y confundido adolescente.


El pasó delante ella lo acompañó detrás hasta la puerta, cuando este fue a abrir ella se abrazó a él desde la espalda. Con un brazo rodeó su pecho y con otro metió su mano en las bermudas y la deslizó hasta coger su verga erecta y empuñándola sintió su palpitar.


La meneó con fuerza y empujó al chico que se apoyó en la puerta cerrada aún.

  • ¡No te muevas! - le ordenó con un susurro en la oreja.


Y tras la orden bajó sus bermudas y calzoncillos y empuñó de nuevo su verga erecta apuntando a la puerta y lo masturbó con rapidez mientras jadeaba en su oreja. Con otra mano acaricaba su pecho barbilampiño y luego sus gluteos redondos y duros, mientras su mano masturbadora no se detenía en un frenesí delicioso.


Todo no duraría más allá de treinta segundos, unos segundos inenarrables para Teo. Confundido y aturdido por la violenta pero placentera explosión de su vecina se dejó capturar como el macho de la Mantis Religosa. Hasta que su abrazo hizo que su leche salpicara la puerta al salir escupida de su glande con gran potencia.


Luego Florinda lo giró y lo besó metiéndole la lengua en la boca mientras ahora se tocaba bajo las bragas. Pero en un impulso, abrió la puerta y lo empujó fuera.

  • Vete, será lo mejor, esto no ha estado bien, ¡perdóname! -y tras esto le cerró en las narices.

PD.: Como siempre digo, son bien venidos vuestros comentarios o sugerencias...

Comentarios

  1. Teo o Raúl? Oh! Perdona mis modales, no es muy educado empezar con una crítica. Pero es que me extraña que alguien como tú, siempre tán cuidadoso, no haya repasado lo escrito. Es un error de principiante, y permítame, ustéd no lo és. Bueno, y como una vez me dijeron que acostumbro a dar una de cal y otra de arena... Me ha gustado "verte" de nuevo. Mucho tiempo, aunque a veces es necesario.
    Una cosa más, el tema de esta nueva historia no me acaba de gustar, pero, seguiré leyendo. Por curiosidad más que nada. Uno de mis grandes defectos.

    L.

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    Respuestas
    1. Perdón por el desliz, fue un cambio de nombres de última hora que no terminé de realizar, cosas del "buscar y reemplazar"... Gracias por el aviso, la historia no es del estilo de las que suelo escribir, es decir, no es filial, aunque por otro lado la considero fresca y tiene su toque de originalidad como las que solía escribir.

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  2. Hola, excelente como siepre, una pregunta las novelas que estas escribiendo o has escrito o escribiras, donde las veremos, nos daras solo pruebas y ya, o podemos entrar aqui, esperando de apoco leer cada capitulo y asi leerlas por completo, y si no piensas publicarlas en internet que es muy respetada esa decicion, que aras con ellas, ya has intentado publicar en una editrial o algo, y si no has podido, repito mi pregunta que haras con todas ellas, las guardaras para ti, o pedemos soñar con algun dia poder leerte al completo, sin mas que aportar me despido.

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